Rutas en moto en Cantabria

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Si hay un lugar en España donde los moteros encontramos nuestro pequeño paraíso, ese es Cantabria. Esta tierra bendecida por la naturaleza combina mar y montaña de una forma que te deja sin aliento. ¿Te imaginas rodar por carreteras que en un momento te regalan vistas al Cantábrico y, tras unas cuantas curvas, te encuentras rodeado de montañas que tocan las nubes? Pues eso es exactamente lo que vas a encontrar aquí. He tenido la suerte de recorrer estas carreteras durante años, y cada vez que vuelvo, descubro algo nuevo que me enamora. Desde los imponentes Picos de Europa hasta esos Valles Pasiegos donde el tiempo parece haberse parado, Cantabria tiene ese algo especial que todo motero busca: carreteras con alma, paisajes que te obligan a parar cada dos por tres, y esa sensación de libertad que solo encuentras cuando ruedas por el norte.

¿Cuáles son las mejores rutas en moto por Cantabria para disfrutar de los Picos de Europa?

Los Picos de Europa… qué decir que no se haya dicho ya. Para nosotros, los que vivimos sobre dos ruedas, estas montañas son como un imán que nos atrae una y otra vez. No es solo por las carreteras (que son una pasada), es toda la experiencia: esas cumbres calizas que se alzan orgullosas, los valles profundos que guardan pueblos con siglos de historia, y esas curvas… ¡ay, esas curvas! Aquí encuentras de todo: desde carreteras anchas y cómodas donde puedes rodar tranquilo admirando el paisaje, hasta esos tramos estrechos y revirados que te hacen sentir vivo de verdad. Lo que más me gusta es que no importa si llevas dos meses o veinte años montando en moto, siempre hay una ruta para ti. Y si tienes suerte (yo la he tenido un par de veces), puede que te cruces con algún rebeco saltando entre las rocas, o incluso veas la silueta de un oso pardo en la distancia. Son momentos que no tienen precio y que hacen que cada salida sea única.

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¿Qué ruta seguir desde Potes hasta el Desfiladero de la Hermida?

Mira, si me preguntas por una ruta que me ponga los pelos de punta cada vez que la hago, es esta. Sales de Potes, ese pueblito con tanto encanto que parece sacado de un cuento, y te metes por la N-621 siguiendo el río Deva. Lo que viene después son 20 kilómetros de pura adrenalina. El Desfiladero de la Hermida es una bestialidad: imagínate paredes de roca que se levantan hasta 600 metros a ambos lados de la carretera. Te sientes pequeñito, créeme. La carretera es estrecha, sí, pero el asfalto está bien cuidado. Eso sí, ve con ojo porque las curvas se suceden una tras otra y no es momento de despistarse mirando el paisaje (aunque cuesta no hacerlo). Mi consejo: para en alguno de esos miradores improvisados que encuentras por el camino. Necesitas bajar de la moto, estirar las piernas y simplemente contemplar toda esa maravilla. Y si te entra hambre, no lo dudes: busca un sitio donde sirvan cocido lebaniego. Después de tantas curvas, te lo habrás ganado.

¿Cómo llegar a Santo Toribio de Liébana en moto?

Desde Potes, verás carteles bien claros que te indican el camino a Santo Toribio. Son solo 3 kilómetros, pero qué 3 kilómetros… La carretera es estrecha, de esas que te obligan a ir con calma, pero eso es parte del encanto. Vas subiendo entre prados que parecen alfombras verdes y bosquecitos donde los árboles forman un túnel natural. Es uno de esos trayectos cortos pero intensos que te recuerdan por qué empezaste a montar en moto. El monasterio en sí es impresionante (dicen que guardan el trozo más grande de la cruz de Cristo), pero el viaje hasta allí ya vale la pena por sí solo. Si quieres alargar la experiencia, sigue hasta Fuente Dé. El teleférico te sube en un santiamén y las vistas… bueno, mejor descúbrelas tú mismo porque las palabras se quedan cortas. Por el camino puedes parar en pueblecitos como Cosgaya o Espinama, donde el reloj parece haberse parado hace décadas. Y si llevas una trail y te atreves con los caminos de tierra, hay miradores escondidos donde estarás completamente solo con tu moto y unas vistas de infarto.

¿Qué miradores no debes perderte en los Picos de Europa en moto?

Vale, prepara la cámara porque lo que te voy a contar son paradas obligatorias. El mirador del Cable en Fuente Dé es el clásico, pero es que tiene razón de ser: cuando llegas allí arriba y ves todo el macizo montañoso extendiéndose ante ti, se te olvidan todos los problemas. La carretera hasta el teleférico va ganando altura poco a poco, y cada curva te regala una vista mejor que la anterior. Luego está el mirador de Santa Catalina, cerca de Potes. La carretera para llegar es de esas estrechas pero perfectas para disfrutar, con curvas técnicas que te mantienen alerta. Desde arriba tienes todo el valle de Liébana a tus pies, es una pasada. Si te gusta la aventura, el mirador del Coriscao te va a encantar. Las carreteras secundarias para llegar tienen más curvas que una culebra, pero cuando llegas arriba y ves ese panorama de 360 grados… entiendes por qué valió la pena cada metro. Y si tu ruta te lleva hacia tierras asturianas, el mirador del Pozo de la Oración, camino del Puerto de San Glorio, es de esos sitios donde aparcas la moto, te sientas en una roca y simplemente contemplas. Son lugares perfectos para esa foto con tu moto y los Picos de fondo que luego presumirás con los colegas.

¿Qué rutas costeras por el Cantábrico son imprescindibles para hacer en moto?

La costa cantábrica es otro mundo comparado con el interior montañoso, pero igual de adictivo. Aquí el protagonista es ese azul infinito del mar que contrasta con el verde brillante de los prados que llegan hasta el mismísimo borde de los acantilados. Es una experiencia diferente: mientras en la montaña luchas con las curvas cerradas y los desniveles, en la costa el rollo es más relajado, más de disfrutar. El asfalto suele estar en buen estado (bendito mantenimiento de carreteras costeras), y las curvas son más suaves, más fluidas. Eso sí, el tiempo aquí es traicionero. Puedes salir con sol radiante y a los 20 minutos estar bajo un chaparrón de los buenos. Pero oye, eso también forma parte del encanto del norte, ¿no? Lo que sí te garantizo es que rodar con el olor a sal en el aire, el sonido de las olas rompiendo allá abajo y esa brisa marina que se cuela por la visera del casco… es pura magia. Cada pueblo costero tiene su propia personalidad, y las carreteras que los conectan son como hilos que tejen una experiencia motera inolvidable.

¿Cómo es la ruta motera hasta San Vicente de la Barquera?

Si sales desde Santander, tienes dos opciones: la autovía A-8 si tienes prisa (pero seamos sinceros, ¿qué motero tiene prisa?), o la N-634, la famosa cornisa cantábrica. Obviamente, te recomiendo la segunda. Es una carretera que va pegada a la costa, con curvas suaves y algunos tramos rectos donde puedes dejar que tu moto respire un poco. Lo mejor viene cuando te acercas a San Vicente: hay una curva, no recuerdo exactamente cuál porque hay muchas, donde de repente aparece ante ti toda la villa. Es uno de esos momentos “wow” que no olvidas: el mar azul intenso, los prados verdes como el billar, y al fondo, como vigilantes eternos, los Picos de Europa. La imagen de San Vicente con su puerto, el puente de la Maza cruzando la ría y la iglesia en lo alto es de postal. De hecho, es raro no ver a algún motero parado justo ahí, haciendo fotos. Una vez en el pueblo, busca sitio para aparcar cerca del casco antiguo (hay zonas habilitadas) y date el capricho de comer un buen marisco. Te lo has ganado después de tantas curvas, y además necesitas energía para lo que queda de ruta.

¿Qué desvíos tomar para visitar Santillana del Mar en moto?

Para llegar a Santillana del Mar, ese pueblo que parece congelado en el tiempo, tienes varias opciones. Si vienes por la A-8, la salida 232 hacia la CA-131 es la más directa. Pero ya me conoces, siempre voy a recomendar la ruta con más encanto. Mi favorita es desviarte en Puente San Miguel y coger la CA-133. Es más estrecha, sí, y añade algunos kilómetros extra, pero merece la pena cada metro. Vas serpenteando entre prados donde las vacas te miran con curiosidad y caseríos tradicionales que parecen sacados de una postal. Cuando por fin divisas Santillana, con sus casas de piedra y sus calles empedradas, es como viajar en el tiempo. Si vienes desde el interior, desde Torrelavega, la combinación de la N-611 y luego la CA-131 también tiene su gracia, mezclando tramos rápidos con zonas más técnicas llenas de curvas. Un consejo importante: aparca en los estacionamientos de las afueras. El centro histórico está cerrado al tráfico (y con razón, hay que preservar esa joya), así que deja tu compañera de viaje bien aparcada y date un paseo tranquilo. La Colegiata románica es impresionante, y si te gusta el arte, los museos del pueblo merecen una visita antes de volver a ponerte el casco.

¿Cuál es el mejor recorrido para ver Santoña y el Mar Cantábrico?

La CA-141 desde Laredo hasta Santoña es de esas carreteras que te reconcilian con el mundo. Vas prácticamente a ras de mar, con la playa de Berria a un lado y los acantilados del Monte Buciero al otro. Es una sensación única, como si fueras navegando sobre el asfalto. El firme está bien, las curvas son suaves, y puedes disfrutar del paisaje sin agobios. Santoña es parada obligatoria, no solo por sus famosas anchoas (aunque ya que estás, no dejes de probarlas), sino porque desde aquí puedes continuar hacia el faro del Caballo. Ojo, este último tramo ya es otra historia: curvas cerradas, desniveles importantes… vamos, que hay que ir con los cinco sentidos puestos. Pero cuando llegas a esos miradores naturales y ves el Cantábrico extendiéndose hasta donde alcanza la vista, entiendes que el esfuerzo ha merecido la pena. Si te sobra tiempo y ganas, puedes hacer un desvío hacia Argoños y Escalante. Las carreteras atraviesan las marismas de Santoña, un parque natural precioso donde el paisaje cambia completamente. De repente te encuentras rodeado de humedales, con garzas y otras aves por todas partes. Es un contraste brutal con la costa rocosa y te demuestra la variedad increíble que tiene Cantabria en tan pocos kilómetros.

¿Qué puertos de montaña y desfiladeros son los más emocionantes para los moteros en Cantabria?

Los puertos de montaña de Cantabria son territorio sagrado para cualquier motero que se precie. Aquí no venimos a pasear, venimos a sentir la moto, a poner a prueba nuestras habilidades y, por qué no decirlo, a presumir un poco después con los colegas. La Cordillera Cantábrica ha creado pasos naturales que son auténticas montañas rusas sobre asfalto. Hablamos de carreteras que suben y bajan como si tuvieran vida propia, con curvas de herradura que te obligan a inclinar la moto hasta casi tocar con la rodilla, pendientes que ponen a prueba el embrague, y tramos donde el asfalto… bueno, digamos que tiene personalidad propia. Pero es que precisamente eso es lo que buscamos, ¿verdad? La sensación de dominar cada curva, de leer la carretera y anticiparte a lo que viene, de llegar arriba del puerto y mirar atrás con esa sonrisa de satisfacción que solo entiende otro motero. Y las vistas, madre mía las vistas… Desde lo alto de estos puertos puedes ver valles enteros, pueblos que parecen maquetas, y si el día está despejado, hasta el mar en la distancia.

¿Cómo es la experiencia de subir y bajar el Puerto de San Glorio?

El Puerto de San Glorio, a 1.609 metros sobre el nivel del mar, es de esos retos que todo motero que se precie tiene que hacer al menos una vez en la vida. La subida desde el lado cántabro es toda una experiencia: empiezas entre bosques frondosos y según vas ganando altura, el paisaje se va abriendo hasta que llegas a esas praderas de montaña donde solo quedan los brezos y las escobas resistiendo el viento. La carretera tiene de todo: rectas donde recuperar el aliento, curvas amplias donde disfrutar del balanceo de la moto, y horquillas cerradas donde demostrar que controlas la máquina y no al revés. Lo más impresionante es cuando llegas arriba y ves que el mundo se extiende a tus pies en todas direcciones. Si el día está claro (que no siempre pasa, seamos realistas), puedes ver desde los Picos de Europa hasta perderte en el horizonte. La bajada es otro cantar: aquí es donde agradeces tener buenos frenos y donde descubres si de verdad confías en tu moto. Cada curva es una nueva aventura, y tienes que estar atento porque el paisaje es tan espectacular que es fácil distraerse. Mi consejo: tómatelo con calma, disfruta cada metro, y para en alguno de los miradores improvisados. Total, ¿cuál es la prisa?

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