Descubriendo Euskadi Sobre Dos Ruedas
¿Has sentido alguna vez esa sensación de libertad absoluta al rodar por una carretera que abraza la costa? El País Vasco, ese rincón mágico que los locales llaman cariñosamente Euskadi, te espera con los brazos abiertos. Y créeme, explorarlo en moto es toda una experiencia que te marcará. Sus carreteras parecen diseñadas para nosotros, los amantes de las dos ruedas: curvas que te hacen sonreír, paisajes que te obligan a parar cada pocos kilómetros y una gastronomía que… bueno, ya hablaremos de eso. Desde los acantilados salvajes del Cantábrico hasta los valles escondidos del interior, cada kilómetro por Gipuzkoa, Bizkaia y Álava cuenta una historia diferente. Da igual si montas una trail todoterreno o prefieres el asfalto puro, aquí encontrarás tu ruta perfecta. Agarra el casco y acompáñame en este viaje por algunas de las carreteras más alucinantes del norte.
¿Cuáles son las rutas más espectaculares para recorrer la Costa Vasca en moto?
La costa cantábrica vasca es pura magia sobre ruedas. Imagínate esto: el rugido del mar compitiendo con el de tu motor mientras trazas curvas que parecen pintadas a mano. Los acantilados te dejan sin aliento (y no solo por la altura), las playas aparecen como oasis entre el verde intenso, y esos pueblitos pesqueros… qué decir que no sepas ya. La primavera y el otoño son mis épocas favoritas para estas rutas costeras: menos coches, temperaturas suaves y esa luz especial que solo el norte sabe regalar. Eso sí, lleva siempre el impermeable a mano porque aquí el cielo cambia de opinión más rápido que un semáforo.
De Donostia a Hondarribia: Un recorrido por el litoral guipuzcoano
Vale, empecemos por lo obvio: Donostia (o San Sebastián, como prefieras) es el punto de partida perfecto. Y no solo porque La Concha sea la playa urbana más bonita que hayas visto nunca. Antes de subirte a la moto, date una vuelta por la Parte Vieja y pilla unos pintxos de esos que te hacen cuestionar todo lo que creías saber sobre comida. Con el estómago contento, arranca rumbo este bordeando la bahía. Pasarás por Gros, donde los surferos hacen que parezca fácil domar las olas del Cantábrico (spoiler: no lo es).
La N-I te guiará hasta Pasaia, un puerto que parece partido por la mitad, como si alguien hubiera decidido que una orilla no era suficiente. Y entonces llegará Hondarribia, el final perfecto para estos 25 kilómetros de puro disfrute. Este pueblo fronterizo tiene algo especial: su casco histórico medieval te transporta siglos atrás, mientras que el barrio de pescadores, con esas casas de colores que parecen competir entre ellas, te recuerda que estás en pleno 2024. Entre medias, encontrarás miradores donde parar será obligatorio. No porque lo diga yo, sino porque tu cámara (y tu alma) te lo pedirán a gritos. Las curvas son suaves, perfectas para rodar tranquilo mientras absorbes cada detalle del paisaje.
Ruta por los acantilados de Zumaia y Getaria
Si hay una ruta que te hará sentir pequeñito ante la naturaleza, es esta. Zarautz marca el inicio con su playa kilométrica donde los surferos parecen hormigas desde la carretera. Coge la N-634 hacia Getaria y prepárate para lo que viene. ¿Conoces a Juan Sebastián Elcano? Pues aquí nació el tipo que le dio la vuelta al mundo antes de que existiera el GPS. Y el txakoli… madre mía el txakoli de aquí. Las curvas serpentean entre viñedos que miran al mar como si estuvieran posando para una postal.
Pero el plato fuerte llega en Zumaia. El flysch, esas capas de roca que cuentan millones de años de historia geológica, te dejarán con la boca abierta. Son como un libro gigante donde cada página es una era diferente. Aparca la moto (hay zonas habilitadas, no te preocupes) y acércate a pie. Si te suena de algo el paisaje, es normal: aquí han rodado desde Juego de Tronos hasta películas de Hollywood. Los 20 kilómetros de esta ruta concentran tanta belleza que casi duele. Mi consejo personal: hazla al atardecer. Cuando el sol se pone y tiñe los acantilados de dorado… tío, es que no hay palabras. Solo asegúrate de tener batería en el móvil porque querrás fotografiar cada metro.
La costa de Bizkaia: De Mundaka a Bakio bordeando el Mar Cantábrico
Mundaka no es solo un pueblo bonito con nombre gracioso. Para los surferos es el Santo Grial de las olas de izquierdas, sea lo que sea eso (yo sigo sin entenderlo del todo, pero ellos flipan). Desde aquí, la BI-3101 te mete de lleno en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, un nombre rimbombante para un lugar que se merece cada sílaba. Es como si la naturaleza hubiera decidido mostrar todo su repertorio en un solo sitio.
Bermeo aparece después, con ese aire de puerto pesquero de toda la vida donde las conservas de bonito y anchoas son religión. Haz una parada, tu estómago te lo agradecerá. Y entonces… San Juan de Gaztelugatxe. Sí, ese lugar imposible de pronunciar que sale en todas las fotos de Instagram. Los 241 escalones hasta la ermita son duros (sobre todo con las botas de moto), pero merece cada gota de sudor. Dicen que si tocas la campana tres veces se cumple un deseo. Yo pedí que no lloviera el resto del viaje y… bueno, casi funcionó.
La ruta continúa hasta Bakio, donde la playa se estira como si no tuviera prisa y los viñedos de txakoli trepan por las laderas circundantes. Si te quedan ganas, Armintza y Plentzia te esperan más adelante. Son 30 kilómetros de curvas que abrazan la costa, con el Cantábrico rugiendo a tu derecha y los montes vascos vigilando a tu izquierda. Hazme caso: elige un día despejado. La diferencia entre ver esta costa con sol o con niebla es como comparar una película en HD con una radio antigua.
¿Qué rutas moteras por el interior del País Vasco son imprescindibles?
Ahora bien, si crees que el País Vasco es solo costa, prepárate para cambiar de opinión. El interior guarda secretos que muchos moteros pasan por alto, y mira que se lo pierden. Aquí las carreteras se vuelven más retorcidas, más técnicas, más divertidas si me preguntas. Los montes verdes que parecen alfombras, los valles donde el tiempo se detiene, embalses que brillan como espejos y pueblos medievales donde las leyendas siguen vivas… Todo esto sin las aglomeraciones de la costa. Es como tener un parque de atracciones privado para tu moto.
Montañas de Gipuzkoa: Naturaleza en estado puro
Tolosa es mucho más que el punto de partida de esta ruta. Su mercado del sábado es una institución, y las alubias… en fin, mejor no empiezo o no paro. Desde aquí, la GI-2130 te sube hacia el Parque Natural de Aralar como si fuera una escalera al cielo vasco. Los prados verdes salpicados de ovejas latxas (esas peludas que parecen salidas de un cuento) te recordarán de dónde sale el queso Idiazabal. Y sí, sabe tan bien como huele.
Las carreteras secundarias te llevan hasta Ataun, donde vivió José Miguel Barandiaran, el Indiana Jones de la mitología vasca. Aquí el euskera no es solo un idioma, es una forma de vida. Si tienes una trail y te atreves, hay pistas forestales que te adentran en rincones donde el GPS se rinde y solo queda tu instinto. El valle de Leitzaran es la guinda del pastel: el río juguetea entre hayedos y robledales que tienen más años que todos nosotros juntos.
Son 120 kilómetros de ruta circular que te harán entender por qué los vascos están tan orgullosos de su tierra. Las paradas en sidrerías y asadores no son opcionales, son parte fundamental de la experiencia. Y si puedes, hazla en otoño. Los bosques se visten de gala con colores que ningún Instagram filter puede mejorar. Es como rodar dentro de un cuadro impresionista, pero con mejor banda sonora: la de tu escape resonando entre las montañas.
La ruta del Pantano de Ullíbarri-Gamboa
Álava es la hermana diferente de la familia vasca. Sin mar, pero con sorpresas que te dejan igual de boquiabierto. El pantano de Ullíbarri-Gamboa es una de ellas: un pedazo de Caribe perdido entre montañas vascas. Desde Vitoria-Gasteiz (la capital que muchos olvidan que existe), la A-3002 te lleva hasta Mendijur para empezar a rodear este gigante azul turquesa.
Las curvas son suaves, amables, de esas que te permiten mirar el paisaje sin jugarte el tipo. En verano, localidades como Landa se convierten en la playa de los alaveses, con chiringuitos y todo. Raro, ¿verdad? Una playa a cientos de kilómetros del mar más cercano. El Puerto de Azazeta sube el nivel de dificultad con curvas que ponen a prueba tu técnica. Aquí es donde los moteros de verdad se separan de los domingueros (sin ánimo de ofender a nadie).
La ruta básica son 80 kilómetros, pero las extensiones hacia los montes de Izki o la sierra de Urbasa la pueden convertir en una jornada épica. Hay miradores estratégicos donde la foto es obligatoria y áreas recreativas donde compartir experiencias con otros moteros. Porque sí, aquí todos nos saludamos, todos paramos a ayudar si hace falta, y todos entendemos que esto es más que conducir: es una forma de vida.

Recorriendo los valles de Bizkaia: De Sopuerta al Castillo de Butrón
Las Encartaciones suenan a película del oeste, pero son tan vascas como el bacalao al pil-pil. Sopuerta marca el inicio de una ruta que te llevará por el Bizkaia que no sale en las postales. La BI-2701 hacia Arcentales atraviesa valles donde los caseríos parecen brotar de la tierra como setas después de la lluvia. Cada curva revela un paisaje nuevo, cada pueblo cuenta una historia diferente.
Gernika merece más que una parada técnica. Sí, todos conocemos la historia del bombardeo y el cuadro de Picasso, pero hay mucho más. El árbol de Gernika, símbolo de las libertades vascas, sigue ahí, plantado en su lugar como un abuelo sabio que ha visto pasar los siglos. Las carreteras secundarias desde aquí son pura poesía asfáltica hasta llegar al Castillo de Butrón. Este castillo parece sacado de un cuento de Disney, pero es tan real como la sonrisa que se te pondrá al verlo. Reconstruido en el siglo XIX con más imaginación que rigor histórico, está rodeado de un bosque donde perderse (metafóricamente, claro) es un placer.
Los 100 kilómetros de recorrido hasta Mungia y vuelta a Bilbao están salpicados de restaurantes rurales donde el bacalao a la vizcaína y las alubias de Gernika alcanzan la categoría de arte. En primavera, cuando todo está verde que te cagas (perdón por la expresión, pero es que no hay otra forma de describirlo), la ruta se convierte en una explosión de vida. Es el momento perfecto para entender que el País Vasco interior tiene tanta personalidad como su hermana costera, solo que más discreta.
¿Cómo planificar una ruta en moto de varios días por Euskadi?
Mira, hacer rutas de un día está bien, pero Euskadi en moto es como una serie de Netflix: cuando empiezas, quieres más. Planificar varios días te permite saborear cada kilómetro sin prisas, mezclar costa e interior, maridar carreteras técnicas con pintxos excepcionales. El clima aquí tiene personalidad propia (y no siempre buena), así que la planificación es clave. La ventaja es que todo está relativamente cerca. No necesitas hacer etapas maratonianas para ver las tres provincias. Puedes rodar tranquilo, parar donde te apetezca y disfrutar del viaje tanto como del destino.
Itinerario circular por las tres provincias vascas
Te voy a contar mi ruta favorita, esa que repito cada vez que algún amigo motero viene de visita. Empezamos en Bilbao porque el Guggenheim impresiona más en persona que en fotos (y porque el casco viejo tiene unos pinchos de escándalo). De ahí, la BI-631 nos lleva hacia la costa: Bermeo, el místico San Juan de Gaztelugatxe, Bakio con su playa interminable, Elantxobe colgado imposiblemente del acantilado, Lekeitio con su puerto perfecto…
La primera etapa termina en Donostia después de unos 150 kilómetros que se pasan volando. Has pasado por Ondarroa, Mutriku (prueba su txakoli), Zumaia con su flysch hipnótico, Getaria y su aroma a pescado a la brasa, y Zarautz donde los surferos son parte del paisaje. En Donostia, la Parte Vieja te espera con los mejores pintxos del mundo mundial. No exagero.
El segundo día toca interior. La GI-2631 te saca de la ciudad hacia Tolosa y de ahí, montaña arriba, montaña abajo, hasta llegar a tierras alavesas. Es como cambiar de película: del azul intenso del mar al verde infinito de los montes. La tercera jornada puede dedicarse a algo completamente diferente: la Rioja Alavesa. Laguardia y sus bodegas subterráneas son otro mundo. Aquí los viñedos ordenados contrastan con el caos natural del norte. Es como si alguien hubiera peinado el paisaje.
El regreso a Bilbao atravesando el Parque Natural de Gorbeia cierra el círculo. Son entre 400 y 500 kilómetros que puedes hacer en 3 días con prisas o en 5 saboreando cada momento. Mi consejo: tómate tu tiempo. Cada pueblo tiene su historia, cada paisaje merece su foto, cada bar esconde su especialidad. La flexibilidad es clave: si un sitio te enamora, quédate más tiempo. Si llueve mucho (y llueve, créeme), ajusta la ruta. El País Vasco no se va a mover de sitio.
Alojamientos moteros y puntos de descanso recomendados
El País Vasco ha entendido que los moteros somos una tribu especial con necesidades específicas. No nos vale cualquier sitio: necesitamos un lugar seguro para la moto, un sitio donde secar el equipo si llueve (cuando llueve, mejor dicho) y gente que entienda nuestra pasión. La cadena Ruralka on Road es un buen ejemplo: hoteles pensados por y para moteros, con garajes vigilados y toda la parafernalia que necesitamos.


