Las Mejores Rutas en Moto por las Islas Canarias: Mi Guía Personal para Rodar por el Paraíso

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¿Por qué Gran Canaria es el sueño de cualquier motero?

La primera vez que llegué a Gran Canaria con mi moto, un veterano me dijo: “Chico, esto es como tener siete islas en una”. Y vaya si tenía razón. Esta isla te sorprende en cada curva: pasas de playas doradas a barrancos que cortan la respiración, y cuando crees que lo has visto todo, aparece un bosque de pinos que parece sacado de los Alpes.

Los que rodamos aquí sabemos que Las Palmas es más que la capital: es el campamento base perfecto. Desde ahí, tienes acceso a rutas que te llevan desde el bullicio urbano hasta rincones donde el único sonido es el de tu escape resonando entre las montañas. Y créeme, esa banda sonora no tiene precio.

El norte de Gran Canaria: territorio trail por excelencia

Mira, si eres de los que prefieren el barro a la autopista, el norte de Gran Canaria es tu playground personal. He perdido la cuenta de las veces que he salido de Firgas con la moto limpia y he vuelto pareciendo que había participado en el Dakar. Entre Arucas y San Mateo hay caminos que te ponen los pelos de punta (en el buen sentido).

La zona del Fontanal es especial. Ahí arriba, entre Moya y Valleseco, el paisaje cambia tanto que pareces estar en Irlanda. La humedad mantiene todo verde, y las pistas forestales… bueno, digamos que si no has probado tu trail ahí, no la has probado de verdad. Eso sí, ten cuidado después de llover: el barro canario es traicionero y se pega como chicle.

Un consejo de hermano motero: antes de lanzarte, échale un ojo a las rutas que la gente sube a Wikiloc. Los locales conocen senderos que ni en tus mejores sueños encontrarías solo. La que va de San Mateo a Artenara es brutal: cambios de altura constantes, vistas que te dejan sin palabras y ese punto justo de dificultad que te hace sonreír dentro del casco.

La costa norte: cuando el Atlántico te acompaña

¿Quieres saber cuál es mi ruta favorita para esos días en que solo quieres rodar y disfrutar? La costera entre Las Palmas y Agaete. Son apenas 30 kilómetros, pero qué 30 kilómetros, colega. La carretera abraza la costa como si tuviera miedo de alejarse del mar, y tú ahí, inclinando en curvas que parecen hechas a medida mientras el Atlántico ruge a tu derecha.

Cuando pasas por San Felipe, hay un punto donde la carretera gira y de repente tienes el océano entero frente a ti. La primera vez casi me salgo de la calzada de la impresión. Y Sardina… ese pueblito tiene un encanto especial. Los pescadores te saludan, los niños se quedan mirando tu moto, y siempre hay algún bar donde tomarte una caña fresquita.

El puerto de Las Nieves en Agaete es parada obligatoria. No solo por el pescadito frito (que está de muerte), sino porque en días claros puedes ver el Teide asomando desde Tenerife. Es uno de esos momentos en los que apagas el motor, te quitas el casco y piensas: “Tío, qué suerte tengo de estar aquí”.

La vuelta a la isla: 200 kilómetros de pura felicidad

Hacer la circular completa de Gran Canaria es como ese plato que te guardas para las ocasiones especiales. Yo siempre salgo tempranito de Las Palmas, cuando las calles están vacías y el sol empieza a calentar el asfalto. Hacia el este por Telde, el paisaje va cambiando gradualmente hasta que llegas a Maspalomas y sus dunas infinitas.

Pero la magia empieza cuando empiezas a subir hacia el centro. La carretera se retuerce como una serpiente y cada curva es una postal. Tejeda aparece de repente, colgado imposiblemente entre montañas, y te preguntas cómo diablos construyeron un pueblo ahí. Para mí, es el momento perfecto para un café cortado y un bocadillo de queso de flor.

Artenara te espera más arriba, presumiendo de ser el pueblo más alto de la isla. Las vistas desde ahí… madre mía. Ves prácticamente toda Gran Canaria a tus pies, y si el día acompaña, hasta las islas vecinas se dejan ver. Luego viene el descenso hacia Agaete, que es pura adrenalina controlada, y el regreso por esa costa norte de la que ya te he hablado.

Un truco que aprendí: no intentes hacerlo todo de una tirada. Para en el Roque Nublo (aunque tengas que caminar un poco), date un chapuzón en alguna playa escondida, charla con los lugareños en San Bartolomé. La moto te da libertad, úsala.

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Tenerife: donde el Teide reina sobre el asfalto

Si Gran Canaria es diversidad, Tenerife es intensidad pura. Esta isla no se anda con medias tintas: o estás en la playa o estás a 2.000 metros de altura, o hace un calor del demonio o necesitas la chaqueta. Y para los que vivimos sobre dos ruedas, eso es el paraíso.

La combinación Tenerife-Gran Canaria en un mismo viaje es algo que todo motero debería hacer al menos una vez. Son como hermanas con personalidades opuestas: donde una es suave, la otra es abrupta; donde una te seduce, la otra te desafía. Y ambas te conquistan.

Subir al Teide: la experiencia definitiva

Vale, sé que suena a tópico, pero rodar hasta el Teide es de esas cosas que tienes que vivir para entender. No es solo subir a un volcán; es atravesar todos los ecosistemas posibles en menos de una hora. Sales de la costa sudando, y cuando llegas arriba estás pensando en dónde dejaste los guantes de invierno.

La TF-21 es la carretera que todo motero sueña. Curvas amplias y bien peraltadas que te permiten mantener un ritmo constante, asfalto en perfecto estado, y vistas que… joder, es que no hay palabras. Cuando atraviesas el mar de nubes y de repente estás por encima, con el cielo más azul que hayas visto nunca, entiendes por qué hacemos esto.

El paisaje lunar del Parque Nacional es otro mundo. Las rocas volcánicas, los colores imposibles, el silencio… Paras la moto, te bajas, y el único sonido es el del motor enfriándose. Tic, tic, tic. Es casi religioso.

Eso sí, no te confíes con el tiempo. He visto a más de uno subir en camiseta desde la playa y acabar tiritando arriba. El Teide no perdona, y a 2.000 metros la temperatura baja que da gusto. Lleva siempre algo de abrigo, aunque abajo haga un calor que te mueras.

Las carreteras que todo motero debe conocer en Tenerife

Después de años rodando por Tenerife, tengo mis favoritas grabadas a fuego. La TF-21 del Teide ya la conoces, pero déjame hablarte de las otras joyas.

La TF-24, la de La Esperanza, es pura poesía en asfalto. Atraviesas bosques de pino canario tan densos que la luz apenas se filtra, y el olor… ese olor a pino y tierra húmeda que se te mete en el casco. En días despejados, desde ciertos puntos ves Gran Canaria flotando en el horizonte como un espejismo.

Pero si buscas emociones fuertes, la TF-12 por Anaga es tu prueba de fuego. Esas curvas no son para novatos: ciegas, cerradas, con precipicios a ambos lados que te recuerdan que aquí no hay margen de error. Cuando la dominas, cuando encuentras ese flow que te permite enlazar curva tras curva sin pensar, es mejor que cualquier videojuego.

En el sur, la TF-28 es mi escapada favorita cuando quiero huir del tráfico de la autopista. Conecta pueblitos que parecen anclados en el tiempo, con ese ritmo pausado del sur tinerfeño. El asfalto serpentea entre bancales y casas tradicionales, y siempre hay algún guachinche donde parar a reponer fuerzas.

Y luego está Masca. La TF-436. Mira, esta carretera no es para ir rápido; es para disfrutarla con respeto. Las pendientes son salvajes, las curvas de herradura te obligan a ir en primera, y los barrancos… prefiero no mirar mucho. Pero cuando llegas al pueblo, encajado entre montañas como si lo hubieran dejado caer ahí, entiendes que el esfuerzo merece la pena.

Anaga en trail: donde la aventura se viste de verde

El macizo de Anaga es otro planeta dentro de Tenerife. Si tienes una trail y no has rodado por aquí, estás pecando, hermano. La laurisilva te envuelve como una manta verde, la niebla aparece y desaparece como por arte de magia, y los caminos… ay, los caminos.

Hay pistas forestales que te llevan a lugares donde juraría que no ha pisado un humano en años. Conectar Chinamada con Afur por los senderos alternativos es una experiencia mística. El barro, las raíces, las piedras sueltas… todo conspira para ponértelo difícil, pero cuando lo consigues, la satisfacción es indescriptible.

Taganana es mi pueblo favorito para acabar la ruta. Bajas sudando, con los brazos cansados de tanto contramanillar, y ahí está: un pueblito de cuento con el Atlántico de fondo. Una cerveza fría en el bar de la plaza mientras ves las olas romper contra las rocas negras es el broche de oro perfecto.

Importante: respeta las normas. Anaga es Reserva de la Biosfera, y no todos los caminos están abiertos a las motos. Infórmate bien antes de salir, porque una multa (o peor, dañar este paraíso) no merece la pena. Los que amamos esto tenemos que cuidarlo.

Antes de lanzarte a la aventura: consejos de veterano

Después de tantos años rodando por estas islas, he aprendido algunas cosas que me hubiera gustado saber desde el principio. Las Canarias son especiales, y no solo por sus paisajes.

Primero, el tema de traer tu propia moto o alquilar. Yo he hecho ambas. Traer la tuya en barco tiene su encanto (rodar con tu compañera de siempre no tiene precio), pero alquilar te quita quebraderos de cabeza y hay empresas muy majas tanto en Tenerife como en Gran Canaria. Depende de cuánto tiempo tengas y de tu presupuesto.

Las carreteras canarias son un sueño, pero exigen respeto. Son reviradas, con cambios de rasante constantes, y el agarre puede cambiar de una curva a otra. La calima (esa calina africana) a veces deja una película fina en el asfalto que es traicionera. Ve con ojo los primeros días hasta que le pilles el punto.

Y el clima… buf, el clima canario es bipolar. Puedes salir de Santa Cruz de Tenerife con 30 grados y llegar al Teide con 5. O estar disfrutando del sol en el sur de Gran Canaria y encontrarte una pared de niebla en el norte que no ves a dos metros. La clave está en ir preparado: capas, siempre capas.

Papeles en regla y sin sorpresas

Nada fastidia más un viaje que problemas con la documentación. Si eres español, lo tienes fácil: DNI, carnet, papeles de la moto y seguro. Lo de siempre. Pero ojo, que he visto a más de uno llegar con el seguro caducado y tener que buscarse la vida.

Los colegas extranjeros lo tienen un pelín más complicado. Los de la UE pueden rodar con su carnet sin problema, pero los de fuera mejor que se informen bien antes de venir. Y si traes tu moto en barco, guarda todos los papeles del transporte. La Guardia Civil a veces se pone tiquismiquis con estas cosas.

Si alquilas, lee bien el contrato. Algunas empresas tienen restricciones sobre dónde puedes ir (especialmente con las trail), y no querrás llevarte sorpresas. Y el casco es obligatorio siempre, sin excepciones. Aquí no vale eso de “voy solo hasta la playa”. Los guardias están en todas partes y no perdonan.

¿Cuándo venir? El eterno dilema

Una de las mejores cosas de Canarias es que puedes rodar todo el año. En serio, no hay mes malo. Pero si me pides que elija, te diré que la primavera (marzo a junio) es espectacular. Los días son largos, no hace el calor agobiante del verano, y la isla está verde y florida tras las lluvias del invierno.

El verano (julio a septiembre) tiene su público. Hace calor, sí, pero las carreteras están secas y el agarre es perfecto. Eso sí, prepárate para sudar como un pollo en los semáforos. Y en agosto, las carreteras costeras pueden estar petadas de turistas. Paciencia.

El otoño es mi estación favorita. Menos gente, temperaturas perfectas, y esa luz dorada de octubre que hace que todo parezca una película. Es cuando saco la moto casi cada día y redescubro rutas que creía conocer.

Y el invierno… el invierno canario es una broma comparado con la península. Mientras medio país está bajo la nieve, aquí rodamos en manga corta (en la costa, claro). Eso sí, en altura puede hacer frío de verdad, y algunas carreteras de montaña pueden tener niebla densa. Pero vamos, que un día malo aquí es mejor que uno bueno en muchos sitios.

Las islas están esperándote, con sus carreteras que abrazan volcanes, sus pueblos donde el tiempo va despacio, y esa luz especial que solo existe aquí. Coge tu moto, olvídate del GPS de vez en cuando, y déjate llevar. Te prometo que volverás cambiado. Y querrás repetir.

¡Nos vemos en la carretera, hermano motero!

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