La Costa da Morte: Donde el Atlántico Muestra su Cara más Salvaje
Si hay un lugar que todo motero debe conocer en Galicia, ese es la Costa da Morte. El nombre ya te pone los pelos de punta, ¿verdad? Y no es para menos. Esta costa debe su siniestra denominación a los cientos de barcos que naufragaron en sus aguas a lo largo de la historia. Pero créeme cuando te digo que la belleza de estos paisajes compensa con creces cualquier aprensión inicial.
Mi ruta favorita arranca en Malpica, un pueblecito pesquero que parece sacado de una postal. Desde aquí, la carretera costera se convierte en un regalo para los sentidos. Son unos 150 kilómetros hasta Finisterre, pasando por Camariñas, donde las curvas se suceden mientras el Atlántico golpea furioso contra acantilados que quitan el aliento. Cuando llegas al faro de Finisterre, ese lugar que los romanos consideraban el fin del mundo conocido, entiendes por qué tantos peregrinos continúan su camino hasta aquí después de Santiago.
El tramo entre Malpica y Camariñas es pura magia. La carretera abraza la costa, y cada curva te regala una vista más impresionante que la anterior. El faro de Cabo Vilán aparece majestuoso en el horizonte, y si tienes suerte con el tiempo (algo que en Galicia nunca está garantizado), las puestas de sol desde aquí son de esas que no se olvidan.
Pero si me preguntas por el tramo que más me emociona cada vez que lo recorro, te diré que es el que conecta Muxía con Finisterre. Hay algo místico en esa sensación de estar llegando literalmente al fin de la tierra. La carretera que sube al faro es estrecha, sí, pero las vistas de 360 grados compensan cualquier tensión. Te garantizo que pararás más de una vez para sacar fotos, aunque ninguna capturará realmente lo que se siente estar allí.
Un secreto que no todos conocen: la ruta que se mete por la Ría de Muros y Noia. Es menos transitada pero igualmente espectacular. El asfalto está en buenas condiciones, y las calas escondidas que vas descubriendo son perfectas para estirar las piernas y tomarte un respiro.
Planificando tu Aventura por la Costa da Morte
Si quieres disfrutar de verdad, mi consejo es que te tomes tu tiempo. Tres o cuatro días te permiten saborear cada kilómetro sin prisas. Yo suelo hacer etapas de 100 a 150 kilómetros diarios, lo justo para disfrutar de la conducción y tener tiempo de explorar cada pueblo.
Mi planificación típica empieza en A Coruña, donde puedes aprovechar para visitar la Torre de Hércules antes de lanzarte a la aventura. De ahí a Malpica hay apenas una hora, pero ya empiezas a sentir cómo el paisaje cambia, cómo el mar se vuelve más bravo. Para dormir, te recomiendo Muxía, Camariñas o Corcubión. Son pueblos que han sabido adaptarse a los moteros: tienen alojamientos con garajes seguros, y algunos incluso te prestan un rincón para secar el equipo si te pilla uno de esos chaparrones gallegos que aparecen de la nada.
Hablando de lluvia… Wikiloc se ha convertido en mi mejor aliado para estas rutas. Otros moteros suben sus tracks y marcan puntos de interés que a veces no aparecen en las guías tradicionales. Y un consejo de veterano: reserva alojamiento con antelación en verano. Julio y agosto se llenan de moteros de toda Europa que vienen buscando exactamente lo mismo que tú.
Conduciendo con Cabeza entre Acantilados
Mira, te voy a ser sincero: la Costa da Morte es preciosa, pero también exige respeto. He visto cómo el tiempo puede cambiar en cuestión de minutos, pasando de un sol radiante a una niebla tan densa que apenas ves a cinco metros. Mi equipamiento siempre incluye un buen impermeable (de esos que aguantan de verdad, no los de supermercado) y varias capas que puedo poner o quitar según venga el día.
Las carreteras son estrechas en muchos tramos, con curvas que aparecen de repente. Nada que un motero con experiencia no pueda manejar, pero hay que ir con los ojos bien abiertos. Cuidado especial con la gravilla que el viento arrastra desde las playas: he visto a más de uno llevarse un susto en las curvas por no anticiparse.
En verano, otro factor a tener en cuenta son los turistas. Es comprensible que quieran parar a hacer fotos (los paisajes lo piden a gritos), pero a veces lo hacen en los sitios más inverosímiles. Mi estrategia es simple: disfruto de la conducción pero siempre preparado para lo inesperado. Y cuando quiero parar a contemplar las vistas, uso los miradores oficiales. Están bien señalizados y te permiten relajarte sin preocuparte por la moto o el tráfico.
Las Rías Baixas: El Jardín Marino de Galicia
Si la Costa da Morte es poder y dramatismo, las Rías Baixas son elegancia y serenidad. Aquí el mar se calma, creando esas lenguas de agua que se adentran en la tierra formando paisajes de ensueño. Para mí, esta zona representa algunas de las mejores rutas moteras de toda España, sin exagerar.
Una de mis rutas preferidas arranca en Vigo. Salgo temprano, cuando la ría todavía tiene esa bruma matinal que le da un aire misterioso, y enfilo hacia Baiona bordeando la costa. El contraste entre el azul intenso del mar y el verde de los montes es algo que las fotos nunca capturan del todo. Tienes que vivirlo, sentir cómo el aire cambia de temperatura cuando pasas de una zona soleada a la sombra de los eucaliptos.
Desde Baiona, me gusta subir por la península de O Morrazo. Aquí viene una de las partes más divertidas: los ferries que conectan diferentes puntos de las rías. Subir la moto al ferry, charlar con otros viajeros mientras cruzas la ría, sentir la brisa marina… Son esos pequeños momentos que convierten un simple viaje en una aventura.
La Península do Salnés merece capítulo aparte. Cambados, la capital del Albariño, es parada obligatoria. Sí, ya sé que moto y vino no son buena combinación, pero puedes hacer una cata simbólica y llevarte unas botellas en las alforjas para disfrutarlas cuando aparques la moto por la noche. Las carreteras por esta zona son una gozada: bien asfaltadas, con curvas suaves que invitan a disfrutar del viaje sin sobresaltos. Son unos 200 kilómetros de puro placer motero, con el mar siempre presente y esa luz especial que solo Galicia tiene.

El Momento Perfecto para Rodar por las Rías
Después de muchos años recorriendo estas carreteras, tengo claro que la mejor época va de mayo a septiembre. Junio es mi mes favorito: los días son largos, la naturaleza explota en verdes intensos, y todavía no ha llegado la avalancha turística de julio y agosto. Las rías brillan con una luz especial, y puedes rodar durante horas sin agobiarte por el calor.
Septiembre también tiene su encanto. El tiempo suele ser estable, hay menos tráfico, y coincide con la vendimia en las zonas vinícolas. Ver los viñedos cargados de uvas mientras serpenteas entre ellos es una experiencia única. Eso sí, seas la época que sea, en Galicia siempre hay que estar preparado para el “orballo”, esa lluvia fina que aparece cuando menos te lo esperas. Forma parte del encanto gallego, qué le vamos a hacer.
Si te gusta combinar moto y fiesta, agosto es tu mes. La Festa do Albariño en Cambados o las múltiples celebraciones marineras son el complemento perfecto para una ruta motera. Solo ten en cuenta que habrá más gente en las carreteras y los alojamientos se llenan rápido.
Pueblos Marineros que Enamoran
Hay pueblos en las Rías Baixas que parecen diseñados para enamorar a los moteros. Combarro es uno de ellos. Sus hórreos asomados al mar y sus calles empedradas te transportan a otra época. Eso sí, te aconsejo aparcar la moto a la entrada y explorar el casco antiguo a pie. Las calles son demasiado estrechas y empinadas para andar maniobrando.
Cambados merece una parada larga. No es solo el vino (que también), es toda la atmósfera del lugar. El Pazo de Fefiñáns impresiona, y las bodegas de los alrededores son perfectas para una visita tranquila. O Grove es otro imprescindible. Lo llaman “el paraíso del marisco” y no exageran. Después de un día intenso sobre la moto, sentarte en una marisquería a degustar unas vieiras o unos percebes es de esas cosas que reconcilian con el mundo.
Baiona tiene un encanto especial. Su recinto amurallado cuenta historias de cuando fue el primer puerto europeo en conocer la noticia del descubrimiento de América. Además, es un pueblo muy “moto-friendly”, con buenos servicios y aparcamientos seguros.
Y luego está A Illa de Arousa. El puente que la conecta con tierra firme es toda una experiencia en moto. Las vistas de 360 grados sobre la ría mientras lo cruzas son espectaculares. En la isla, el ritmo se ralentiza, y puedes pasarte horas viendo cómo los marineros preparan las redes mientras el sol se pone.


